Un feminismo que no esclavice: nuestro poderío es la rabia y el cuerpo

No sé cómo titular esta columna. Cuando empecé este portal en el 2013 quería darle voz a mujeres que me mostraban nuevas ideas, a mujeres que sentía no eran escuchadas, a problemas que me pasaban en la oficina, en la calle o en las relaciones con los hombres por ser mujer, a esas diferencias en dónde veía un abismo entre dos géneros, pero hoy, 10 años después no sé a qué quiero darle voz y la lucha se me ha llenado más de dudas que de certezas.

Las pancartas para la manifestación del 8M en la ciudad donde hoy -vivo Barcelona, España- dicen que es una Huelga Feminista contra el sistema Cishetero Patriarcal Racista y Capitalista. Hay varias palabras que me hacen ruido ahí y, quizás, por eso me quemen otras mujeres y me digan que no soy lo suficientemente feminista.

Soy una mujer cis y hetero, blanca con doble nacionalidad en un país donde tener papeles es un lujo, lo sé. No apoyo ningún tipo de racismo, ni de explotación, tampoco ninguna etiqueta aleccionadora porque, en el fondo, cualquiera de esas etiquetas que, en principio nos unen como minoría en igualdad de derechos -en mi caso ser mujer-, se terminan bifurcando y son arrasadas por el capitalismo; ya sea el capitalismo político, léase, ese que usa nuestras luchas para que una ideología consiga votos; o el capitalismo sistémico, ese que nos vende algo y nos trata como cuota, ese capital del que tanto se quejan, pero en el que vivimos porque, al parecer, es el único sistema perfeccionable -con mucho sudor y sangre- en democracia.

Dado a que todo se puede optimizar dentro del sistema en el que se ha luchado y hemos ganado derechos, también pienso que, si esta manifestación es una huelga ¿qué pasa con las autónomas, con las madres, las trabajadoras del hogar, las putas? Pienso en las Kellys, ese colectivo de mujeres que igual tendrá que ir a trabajar, a limpiar hoteles porque no pueden hacer huelga. También pienso en las prostitutas, ese colectivo que ahora hasta quiere eliminar una parte de los gobernantes en España. Pienso en el privilegio que implica poder asistir a esta manifestación: el que tu empresa te de la opción de hacer huelga sin que te miren mal o te etiqueten por hacerla.

El feminismo identitario tiene un problema y es que, a medida que pasan los años se ha hecho más férreo y se ha ido adaptando hacia lo que creo que siempre le hemos criticado al sistema patriarcal: la falta de escucha, la poca apertura a nuevas voces, a nuevas grietas o poros por donde se cuelan otras identidades. El feminismo identitario tiene una deriva que no es democrática ni interseccional.

Si volviéramos al origen, un origen utópico, deberíamos eliminar las etiquetas y respetarnos en igualdad, sin necesidad de nombres o conceptos, simplemente porque somos seres vivos que habitan un planeta y deben sobrevivir en él. Pero mi globo romántico y rosado siempre alguien lo explota con un alfiler fino, porque el problema es el de siempre: aparece alguien que está en desacuerdo, algún otro es llevado por una pasión humana, otro desconfía y se vuelve paranoico, y todos volvemos al mismo punto de origen conflictivo: los juegos de poder. El feminismo puede dar muchos ejemplos del deber ser de una mujer o lo que una persona declaradamente feminista debe hacer, pero siempre está la contraparte: el otro, ese que desconocemos, que se exaltará y que puede venir a molestarnos con una ironía que no esperabamos, a molestarnos, a irrespetarnos o, en el peor de los casos, a violentarnos.

El feminismo identitario tiene una deriva que no es democrática ni interseccional.

Por otra parte, se saca a relucir constantemente la violencia de género, nuestra peor lacra. Por ejemplo, nos han dicho “ve y haz valer tu voz” y siempre pasa lo contrario, la mujer termina siendo perseguida por el juicio moral de los otros cuando dice que fue atacada por un hombre. Lo mismo pasa con los hombres gays que denuncian agresiones por otros hombres, es el descrédito es absurdo. He escuchado a hombres dar alguna excusa del porqué una mujer es violada y cada día es más increible ese razonamiento, estamos claros. Sin embargo, ahí está mi punto, los cambios de hoy -con tanta cantidad de información y ruido- no son tan rápidos como cortarle la cabeza a alguien y fundar una República. Ni siquiera esa cortada de cabeza implicó un cambio tan rápido. Tampoco dejar de hablar fomentará un cambio, lo que sí creo es que hay que ser estratégicas.

Si algo hemos visto en el transcurso de los años es que las sociedades polarizadas terminan en guerra y, en el caso de la nuestra, quizás lo que se cree es una guerra de lo superfluo, donde todo es pura ideología, pura fachada y nada de cambio. ¿Hasta qué punto ir a una marcha feminista te hace más feminista? ¿Dónde está la mediación y el diálogo? O lo mejor, ¿dónde está la educación sexual que tanto falta en las escuelas porque el tabú sigue estando ahí, al seguir dejando de verbalizar lo que siempre ha estado en silencio? ¿En qué momento las palabras perdieron significado? Ningún hombre entrará en razón por cabeza ajena, estamos claras, pero es eso lo que queremos, ¿convertirnos en un matriarcado que excluya a los hombres? ¿Quemarlo todo? ¿Quemarlos a todos?

Para mí, o eso espero creer, el feminismo está en la etapa de la rabia y del despecho, así como como en la de ser estratégicas. Ya lo ha hecho Shakira con Bizzarap o con Karol G, como bell hooks cuando escribió Respondona, en la etapa del querer cortar pollas a diestra y siniestra, quemar contenedores y ganar dinero y poder con ello. Sin embargo, debemos saber que habrá consecuencias, porque si somos mujeres coherentes -aunque como dijo Aixa de La Cruz, se puede cambiar de idea- deberíamos saber que la oscuridad de esa rabia puede adentrarse más de lo deseado y quedarse a vivir ahí, frustrándonos, amargándonos. Esto no es una moraleja para decir “pobrecitos los hombres”, no, sin embargo, nuestra mayor fortaleza es nuestro cuerpo, ese que abusan y legislan, ese cuerpo y ese eros son nuestro poderío, de la mano de un “No” cuando se quiere imponer un límite. Esta lucha, y este texto, son mi estrategia, porque como diría la filósofa mexicana Dahlia de la Cerda, ella escribe “para las que teorizan mientras lavan los trastes…para las que perrean sucio y hasta abajo” y, entendiendo que no solo nuestro cuerpo nos ayudará en nuestra lucha, porque como diría Emily Dickinson: “la gente necesita tiempos difíciles y opresión para desarrollar músculos psíquicos”.

Foto de Delia Giandeini en Unsplash

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