En agosto de 1936, mientras la España republicana perdía la comunicación terrestre con Portugal y el bando sublevado se aseguraba la retaguardia y la frontera de Badajoz, una pizpireta mujer norteamericana de mediana edad, Marjorie Hillis, originaria de Illinois, pero establecida desde hacía décadas en la Gran Manzana, estaba a punto de convertirse en la gurú de las live-aloners (mujeres solteras) de la época de la Gran Depresión. Editora asociada de Vogue, y con más de 20 años en la empresa, y a pesar de contar con recursos y dinero heredado de su familia, se sabía todos los trucos para no gastar más de lo razonable en lo que hoy denominaríamos “lujo asequible”.
Su filosofía era bastante sencilla: la felicidad reside en el hecho de escoger con mucho cuidado no solo la ropa que se lleva, sino dónde y cómo ha de vivir una mujer soltera, una categoría social que comenzaba a emerger en aquel momento. En su libro El placer de vivir sola, cuya traducción al español acaba de publicar Lince Ediciones (Live alone and like it, en el original), comparte todas esas lecciones sobre cómo vivir una independencia glamurosa, aprendidas en su larga experiencia como editora de moda. Siempre bienhumorada y perspicaz, ingeniosa y brillante, Hillis, tirando de sentido común, aboga por una nueva mujer radicalmente alejada de las ficciones románticas.
De cualquier forma, aun cuando Hillis no alentaba a las mujeres hacia la soltería (auto)impuesta, sí que urgía a las mujeres jóvenes a sacar el mayor provecho de dicha situación sobrevenida, incluso si esta se daba solo entre un matrimonio y otro (como fue su propio caso; Hillis se casaría tres años después de publicar su famoso libro con Thomas Henry Roulston, un viudo propietario de una cadena de supermercados). Así, El placer de vivir sola no es un manifiesto, pero sí una guía de empoderamiento para que las mujeres aprendan a valerse por sí mismas, siendo alegres e independientes y, además, es también un estudio de casos (trae treinta ejemplos reales de mujeres viviendo de maneras muy diferentes su soltería). Un modo de fomentar la autoestima, de no caer en el victimismo y, por sobre todo, una invitación a la (auto)superación: a que cada mujer sea capaz de sacar la mejor versión de sí misma. Mantener un objetivo claro y tener una actitud absolutamente determinada, esas son las claves de Marjorie Hillis para una vida feliz y exitosa.
“Hay estudios que demuestran que una mujer que vive sola tiene más posibilidades de tener una vida social activa y de mantener vínculos familiares que sus iguales casadas, no sólo porque tenga más tiempo a su disposición, sino porque esos mismos vínculos son los que la sostienen”, escribía Kate Bolick en su libro Solterona (Malpaso, 2016). Y para fomentar esa vida social, Hillis da montones de trucos prácticos: sobre la vestimenta y el cuidado de la ropa, sobre la necesidad de “contar con un círculo razonablemente grande amigos y enemigos”, sobre la comida y cuestiones de etiqueta, las propinas, los viajes, el ahorro, la decoración del hogar, la importancia de una buena cama (individual) o la preparación de los cócteles ideales.
Sin embargo, lo que convierte a este libro en un texto relevante para el presente y que aun nos interpela, tiene que ver con el tiempo propio, ese tiempo de conciencia al que se refiere Remedios Zafra en su libro El entusiasmo (Anagrama, 2017). Escribe Hillis: “Cuanto más disfrutas de ti misma, más te conviertes en una personal real”. Marjorie Hillis es muy clara y tajante al sentenciar que la libertad individual ha de ser la única guía de la mujer soltera, que esta ha de saber aprovechar –y fomentar- su tiempo en soledad, que la responsabilidad “moral” es exclusivamente de una misma y que los asuntos de alcoba son temas personales que no atañen más que a quien los disfruta. Y es que sucede algo que, afortunadamente el feminismo de la cuarta ola está desafiando, el hecho de que a la mujer, haga lo que haga, se le exige un precio. “La mujer paga, de hecho –escribe Hillis-, de muchas maneras: con un centenar de vilezas y humillaciones, con frecuencia con una final amargo y en un desgaste nervioso, y con lágrimas”. Por eso, siendo –aun hoy, desafortunadamente- así las cosas, una mujer soltera ha de confiar toda su seguridad al arrojo y autonomía de su solo criterio. Y es que los cambios que desafían al status quo, para que sucedan, tienen que ser pensados siempre primero.