“No valgo nada” es una frase que escuché día a día en mi cabeza desde los doce años. A esa edad tuve una madrastra criticona que me hacía sentir mal acerca de casi todo lo que hacía y decía. Es una frase que sólo dejé de pensar cuando comencé a estudiar psicología y budismo, buscando herramientas para cambiar mi diálogo interno, aumentar mi autoestima.
En Occidente es común la persona que siente que no tiene valor, que cree que no merece amor, que se juzga y critica constantemente, que no quiere estar consigo misma, que piensa que no es suficiente.
Por su parte, el Dalai Lama, no tiene ni la más mínima idea de lo que es la autoestima. En su contacto con personas de Occidente se encontró por primera vez con este concepto que para nuestras culturas es tan significante y que, para algunas culturas orientales, no tiene siquiera una palabra que la designe.
La persona que no se siente suficiente cree que será valiosa sólo cuando consiga algo a futuro: el trabajo que otros admiran, bajar de peso, un Premio Nobel de Química. También puede creer que el momento en que fue valiosa está en el pasado. La mente de esa persona está en constante fantasía o en el recuerdo de una vida diferente.
Esto dificulta, en primer lugar, el trato con uno mismo. Será difícil si tenemos que estar con alguien que nos recrimina constantemente, que nos repite que no somos suficientes, que tenemos que ser y tener más.
A la par, dificulta el trato con otras personas. Pensamos: “En algún momento me van a descubrir”, “Se van a dar cuenta de que no valgo nada”. Esto puede traer consigo ansiedad social. Cada vez que estamos frente a alguien que nos rechaza o que admiramos nos sentimos ansiosos. A veces, frente a cualquier persona.
Esto también hace que las relaciones interpersonales se conviertan en una fuente de antojo y deseo. Estamos a la espera de un halago y sin él nos sentimos vacíos. Si alguien nos rechaza, por su parte, pensamos que tiene razón: se dio cuenta de nuestra gran falta de valor. Si esperamos rechazo o halagos de la persona, no estamos conectando con ella ni escuchándola, sino esperando obtener nuestra recompensa. El otro se convierte en un medio (alguien a quien usar) y no un fin en sí mismo.
Otra consecuencia de la falta de autoestima es que puede devenir en adicción. Si no podemos llenar ese vacío y ser la persona que deseamos ser, entonces la comida lo hará, o la televisión (la fantasía), el alcohol, el sexo.
Aquí voy a mencionar tres recursos del budismo que me han ayudado a lidiar con este problema. Uno de ellos ha sido la visualización, a la cual consideraba poco efectiva y para gente amante de la auto-ayuda y lectora de libros como El Secreto. Tenía en baja estima a los lectores de este género. Sólo me aproximé a ella y a la meditación después de leer que había muchísima evidencia que mostraba que eran métodos efectivos. Caí en la trampa del cientificismo. Pero, a través de esos métodos me abrí a la posibilidad de que la intuición, la emoción y los sentidos pueden informar tan efectivamente como la razón y la ciencia. A veces más. También cambié de opinión acerca de la auto-ayuda. No todo el mundo tiene la posibilidad de hacer terapia o de estudiar a Lacan. A veces necesitamos textos sencillos que nos ayuden a enfrentar los problemas de la vida.
La meditación es una buena manera de lidiar con el problema de la baja autoestima porque, en primera instancia, al sentarte contigo sin juzgar lo que sientes o piensas, sino sólo atendiendo a los eventos mentales, ya estás eliminando la herramienta principal de la voz crítica, que es ese juicio constante.
Esa simple instrucción de no juzgar los eventos mentales, de no enfocarte en el deseo de ser o tener otra vida, objeto o persona, es sanadora por sí sola. Si te sientas con lo que ya eres, con tu propia mente y la escuchas, ya estás sanando las heridas que el diálogo interior infligió y estás aprendiendo a lidiar contigo mismo con amabilidad y respeto. También estás viviendo en el presente, atendiendo a la experiencia directa, la cual es mucho más enriquecedora que la fantasía y la recriminación. Vivir en el presente y atenderlo es beneficioso para nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. Es más fácil escucharnos y escuchar al otro cuando no estamos viviendo una vida falsa en la cabeza.
Hay otra práctica meditativa budista que se llama Metta Bhavana o Bondad Amorosa. Si nos aproximamos a ella con cinismo y duda, no vamos a conectar. Pero si nos abrimos a ella, tendremos a nuestra disposición una herramienta poderosa que puede contrarrestar cualquier estado mental difícil.
El propósito de esta meditación es conectar con otros seres, purificar las emociones, cultivar una mirada amable hacia uno mismo y hacia personas con las que tenemos dificultades.
En ella se repiten unas frases con las que se intenta crear un refugio imaginativo que se basa en la apertura y deseo de amabilidad, de felicidad, salud e interconexión. La repetición de estas frases, así como la repetición de mantras no tiene el propósito de fomentar el fanatismo religioso, como se interpreta a veces, sino de conectar con el inconsciente, que es a menudo fuente de acciones, pensamientos y sabotaje.
Mientras que el meditador repite las frases, va visualizando cada deseo. Estas son las frases:
Imagino y espero
poder abrirme a la alegría que ya está en mí
A la abundancia
Sentirme agradecidx.
Espero
estar protegidx,
amparadx,
que mi mente y mi cuerpo estén bien,
sanos.
No hacerme daño,
no criticarme tanto
Ser amable conmigo.
Espero abrirme al silencio y a la calma que ya están en mí
A la interconexión que existe entre todos los seres.
Esas frases se repiten al principio pensando e imaginando que uno mismo posee esas cualidades, luego pensando en un amigo o alguien cercano, después pensando en alguien neutro y, por último, en alguien con quien tenemos dificultades.
A veces suelo cambiar esta meditación para variar un poco, e imagino que entro a un lago al que me invitan mi madre y mi abuela fallecidas. Mientras entro comienza a caer la noche y las tres flotamos viendo las estrellas y deleitándonos en la belleza. El lago está lleno del amor que ellas irradian para mí y que yo comparto con las personas que aparecen espontáneamente en mi cabeza: amigos, otros familiares, personas por las que he sentido compasión. Una vez que me siento inundada de ese amor y belleza, invito, si lo siento posible, a alguna persona con la que tenga dificultades. Esta práctica siempre me hace sentir mejor, me hace sentir conectada con todos los seres y me ayuda a dejar pasar todas las emociones que perjudican mi calma mental.
Otro recurso útil del budismo en estos temas es su noción de auto-respeto, que es un evento mental que tiene en la mira un ideal. No hay que ser budista ni religioso para tener ideales. No voy a hablar de ética aquí, pero el ideal budista es ético y hace énfasis en la atención al auto-respeto o la vergüenza. Cuando sentimos que no estamos actuando como nos gustaría actuar, cuando nuestras acciones no han sido guiadas por el ideal, sentimos vergüenza.
El ideal ético no es un ideal impuesto como los mandamientos cristianos, sino que es una intuición natural. La emoción que hay que atender es a la vergüenza y no la culpa. La culpa crea más ego, más auto-referencia y más sufrimiento. La vergüenza apunta a la persona que quisiéramos ser. Una vez más, la amabilidad juega un papel importante. El ideal no puede ser una imposición o un motivo más de recriminación, sino una fuente de inspiración. En el budismo el ideal es la Iluminación, o por lo menos, una vida que tome en cuenta amablemente las necesidades propias y de otros seres y que encuentra su morada en el presente.
Podemos sentir vergüenza cuando estamos solos y cuando hay otras personas alrededor. No tiene que ver solamente con cómo nos juzgan otras personas, sino con cómo nos juzgamos a nosotros mismos. Si nos recriminamos constantemente, si esperamos a estar solos para actuar de una manera que nos puede hacer daño, entonces no tenemos auto-respeto. Si no sentimos que valemos, no nos respetaremos y mientras más actuemos de esa manera, más vergüenza sentiremos.
Una buena manera de reconstruir un sentido de valor propio es cuidando nuestras acciones de una manera que se acople al ideal moral que hemos establecido para nosotros mismos. Para esto es útil preguntarse cuáles son nuestros valores y principios ¿Seguimos principios o nos dejamos llevar por lo que otras personas piensan, por lo que la cultura impone?
En budismo hay una serie de preceptos a seguir. El primero de ellos es el voto a la no-violencia. Una de las maneras en la que yo he logrado recuperar mi sentido de valor propio, ha sido trabajando con este precepto conscientemente. No como cuando no tengo hambre, ni veo horas de televisión sin parar, no permito que mi diálogo interno sea violento en contra de mí u otros, y no permito que mi mente se haga cargo de mi estado de ánimo.
Desde que comencé a hacer ese trabajo interior, casi no he vuelto a pensar en esas palabras: “No valgo nada”. Aparecen de vez en cuando si me siento rechazada o maltratada, pero, luego de hacer la meditación de Metta Bhavana, siempre recuerdo que mi valor no depende del juicio que otras personas impongan y recuerdo que he tomado un voto de no violencia. Eso implica violencia física y mental, violencia hacia otros y hacia mí misma.
Aquí está la meditación de Metta Bhavana o Bondad Amorosa. Yo hago una versión corta:
También he hecho una visualización basada en la técnica de la Imaginación Activa de Carl Jung. En ella el meditador se abre a su sombra, a las partes de su personalidad que no son conscientes y que rechaza. Esa apertura es un primer paso para la transformación y para el trabajo interior:
Foto de portada: Duane Michaels.