Nanette: el stand-up que deja atrás la comedia para hablar desde la ira de las mujeres

Nanette
Hannah Gadsby durante la presentación de Nanette – Imagen vía Netflix

Los especiales de comedia no suelen hacerme llorar, de hecho veo pocos pero al ver a Nanette, de la comediante australiana Hannah Gadsby, me derrumbé en el sofá de mi casa un viernes en la noche.

Hasta cierto momento en particular me lo estaba pasando genial, pero el fluctuante especial de Gadsby abarca muchos temas, desde su crianza conservadora en Tasmania pasando por la reputación de mujeriego de Pablo Picasso hasta la problemática que no se ve detrás de los girasoles de Van Gogh. Ninguno de estos temas son típicos de una comedia especial en Netflix. Tal vez ya estaba un poco triste porque sabía hacia dónde iba el monólogo, pero hay un momento específico en el medio de Nanette cuando Gadsby da un giro brusco y anuncia que dejará la comedia. Ella explica que ha terminado con el humor humilde que ha sacado a la luz su pasado doloroso para hacer chistes. Podía escuchar la frustración en su voz, y sonaba mucho a la de muchas mujeres, podría ser hasta yo misma.

En Nanette, Gadsby está enfadada con la misoginia que ha visto en el stand-up comedy, con hombres poderosos que coaccionan y convierten en objeto a las mujeres en nombre del «arte» y con los hombres que abusaron de ella constantemente.

Ver a Nanette y escuchar a Gadsby es describir la ira que todavía ella siente y no deja de recordarme, que muchas todavía estamos enojadas. Sin ningún tipo de salida socialmente aceptable para la ira, muchas mujeres nos hemos enojado en algún momento de nuestras vidas, o simplemente, siempre lo estamos. Lo mismo ha hecho Gadsby al afirmar «he construido una carrera con un humor autodestructivo, y ya no quiero hacerlo».

Imagen promocional del stand-up comedy – Imagen vía Netflix

Tradicionalmente, el stand-up comedy y la cultura popular en general, no han sido amigables con las mujeres enojadas. Como señala la misma Gadsby, una mujer enojada que es comediante se considera estridente, demasiado emocional, sensible, dramática o difícil. Los comediantes masculinos enojados, sin embargo, son una tradición tan antigua como el stand-up comedy en sí mismo, un accesorio en prácticamente cualquier club de comedia, en cualquier cena, reunión de amigos, en cualquier lugar. Tanto en la pantalla como fuera de ella, a las mujeres raramente se les permite enojarse, y mucho menos dar un especial de una hora en Netflix como Nanette, en el que la comediante australiana reconoce abiertamente sus sentimientos.

En el año 2015, la periodista Megan Garber reflexionaba en The Atlantic sobre los comediantes como nuevos intelectuales públicos, aquellos que llegaban a la población con mensajes morales: «los comediantes se están fabricando a sí mismos no solo como bromistas, sino como personas que cuentan la verdad, como guías intelectuales que transitan a través de los debates culturales del momento», afirmaba Garber. Ya no solo los filósofos, políticos y teóricos tenían el papel público de guiar los debates nacionales y analizar los matices de la actualidad; ahora los comediantes era incluidos y asumían cada vez más una nueva responsabilidad. No es de extrañar que los bufones comediantes tomen ese papel, Shakespeare lo relataba magníficamente en El Rey Lear o con Mercutio en Romeo y Julieta, personajes que tienen un paralelismo con la propuesta de Garber.

A pesar de que el artículo de Garber apuntaba al creciente número de chistes políticamente cargados, como el esbozo de un ensayo de Bill Cosby realizado por Amy Schumer, más y más comediantes están dejando atrás las bromas. ¿Por qué se han convertido en comediantes políticos que abandonan el acto de la comedia?

Según Gadsby, la comedia puede ser un medio demasiado simplista. Eso puede ser cierto para algunos de sus chistes más antiguos, como la historia de un extraño que la confundió con un hombre gay, pero luego Gadsby remata la tensión del chiste revelando que el extraño al identificarla como mujer gay, la golpea. La creadora de Nanette tiene razón en que la excesiva comedia se burla de las minorías raciales, los miembros LGBT y otros grupos oprimidos. Como mujer queer, la comediante australiana afirma que los chistes autocríticos que encajan en este molde también son dolorosos. «No es humildad» dice ella, «es humillación».

«I built a career out of self-deprecating humour. That’s what I built my career on.  

And… I don’t want to do that anymore.»

Nanette es una pieza poderosa y diferente a cualquier comedia que Netflix haya producido hasta ahora. Es divertida pero poco convencional, hasta podría decirse que no es un especial de comedia, es un especial educativo, que ilumina nuevas perspectivas. Pero si el propósito de la comedia es servir como una vía de escape o una experiencia compartida para escuchar a una persona contar su historia en directo, tal vez tengamos que repensar la forma en que se define la comedia. ¿No sería más bien un regreso a la tradición oral?, la vuelta a esos cuentos que quizás son entretenidos pero son tan agridulces que terminan siendo una moraleja de lo compleja que es la vida y los personajes que habitamos en ella.

Vale acotar que dentro de la cultura del entretenimiento y en plena era #MeTooNanette marca un cambio drástico en la forma en que las audiencias experimentan el trabajo de las mujeres en el negocio del espectáculo y en cómo reciben los mensajes emitidos por una voz queer. Gadsby obliga a su audiencia a dar testimonio de su dolor y su furia, es una victoria masiva para las mujeres divertidas y enojadas, aquellas que están cabreadas, que quieren venganza, que quieren que los que nos han abusado sientan lo mismo que nos hicieron sentir. Una narración que no es ficticia, que rompe con los estereotipos sobre muchos temas, el género, la depresión, el negocio del arte, el feminismo, la misoginia o el heteropatriarcado y que conecta entre muchos públicos más allá de la banalidad que sufre el siglo XXI.

Nada en Nanette es igual a otros discursos, ahí reside su valor, en cómo el mensaje de Gadsby puede ser el mismo que ya han argumentado otras mujeres enojadas, pero que se emite con una nueva perspectiva y se filtra en una audiencia que se sorprende porque está cansada que le digan lo mismo de la misma forma.

 

 

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